Fuera de la pantalla
¿Te atreves a difuminar la línea entre el juego y la pesadilla? En este relato, la inmersión en el terror de Resident Evil 2 se convierte en una experiencia personal y aterradora...
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PIXEL CONSCIENTES
4/8/20252 min read


Como cada tarde, Luis se sumergía en la atmósfera opresiva de su videojuego de terror favorito. En Resident Evil 2, la comisaría se antojaba un laberinto atenazante, y la constante amenaza de Mr X, ese monstruo implacable que te perseguía sin descanso, mantenía sus nervios a flor de piel. Sin embargo, aquella partida tomó un cariz inesperado. La criatura no apareció en el momento crucial. Una punzada de extrañeza lo invadió, pero la curiosidad lo mantuvo pegado a la pantalla.
Los tonos del juego parecían más sombríos, los contrastes más marcados, como si una capa de oscuridad adicional hubiera envuelto Raccoon City. "¿Se habrá bugeado?", pensó, mientras continuaba explorando con cautela. Entonces, lo vio. A lo lejos, en un pasillo apenas iluminado, la figura inconfundible de su némesis virtual se recortaba contra la penumbra. Una punzada de miedo, más visceral de lo habitual, lo recorrió. No sabría explicar por qué, pero esta vez la presencia digital del monstruo lo perturbaba de una manera diferente. La música de fondo, habitualmente tensa, ahora era un lamento grave y desconocido.
Un crujido sordo, casi imperceptible, llegó desde algún lugar de la habitación. Dudó si provenía del juego o del mundo real. La inquietud lo impulsó a levantarse. Dejó el mando sobre el escritorio y caminó lentamente hacia la cocina, intentando discernir el origen del sonido.
Al entrar, su mirada se posó en un objeto insólito sobre la mesa: un fedora raído, de ala ancha y color oscuro. Un escalofrío lo recorrió al instante. Era sorprendentemente similar al sombrero que coronaba la grotesca figura de Mr X. Una oleada de pánico irracional lo asaltó, instándolo a huir de su propia casa. Sin pensarlo dos veces, agarró lo primero que encontró a mano: un cuchillo de cocina y su móvil, cuya pantalla mostraba ominosamente la leyenda "Sin servicio".
Con el corazón latiéndole con fuerza, abrió la puerta de la calle. Y allí estaba. No en la pantalla, sino justo delante de él, bloqueando la salida. Una figura imponente, de al menos dos metros de altura, con la piel curtida y deforme, y un sombrero familiar que proyectaba una sombra amenazante sobre su rostro. Sus ojos inyectados en sangre se fijaron en él. Un brazo huesudo y poderoso se extendió, agarrándolo del cuello con una fuerza brutal. Oyó un chasquido seco, doloroso…
Y entonces, despertó. La oscuridad de su habitación lo envolvía, pero su cuerpo estaba empapado en sudor frío y su respiración era agitada. El corazón le martilleaba en el pecho. Tardó varios minutos en convencerse de que todo había sido una pesadilla, una horrible extensión de su inmersión en el juego. Miró de reojo la consola apagada, un escalofrío recorriéndole la espalda ante la simple idea de encenderla de nuevo. La línea entre la realidad y la ficción se había difuminado de una manera aterradora, dejando una inquietante pregunta flotando en el aire: ¿había sido solo un sueño?